“Creo que se equivocan los que piensan que el
rechazo social frente a la muerte de Camilo Catrillanca se debe
simplemente a la empatía con lo mapuche y por lo mapuche.
El nivel de la reacción social frente a la
muerte de Catrillanca tiene que ver con la empatía dolorosa que nos
produce el abuso de poder y la desigualdad a la que estamos
constantemente expuestos todos.
En el contrato que firmamos, en el acuerdo inicial, cuando empezamos este juego social, se nos habló de igualdad frente a la ley, se nos dijo que nadie era mejor que otro, se nos insistió que el país es para todos. La palabra JUSTICIA, lo justo para cada cual, era uno de los principios sagrados.
En el contrato que firmamos, en el acuerdo inicial, cuando empezamos este juego social, se nos habló de igualdad frente a la ley, se nos dijo que nadie era mejor que otro, se nos insistió que el país es para todos. La palabra JUSTICIA, lo justo para cada cual, era uno de los principios sagrados.
Sin embargo, los ciudadanos tenemos que ver
TODOS LOS DÍAS, como se manipula el tablero, como se esconden las
piezas, como somos engañados y pasados por el aro cada día. Cuando
el hijo de un poderoso mata a alguien, se le paga al tanatólogo, se
soborna a los funcionarios, el teléfono funciona llamando a decenas
de amigos, y el poderoso zafa a su hijo. El poderoso estafa a miles
de chilenos y luego de mil triquiñuelas legales termina con clases
de ética. El poderoso evade miles de millones de pesos y el Estado
le condona la deuda. Un poderoso es capaz de movilizar a toda la
policía para encontrar los bienes robados desde su casa en pocas
horas. El poderoso consigue que el propio Presidente de la República
se movilice al lugar donde fue agredido.
El resto del país va a la cárcel por una
gallina, el Estado le quita todo por unas facturas de veinte lucas
mal emitidas, es inimaginable carabineros entrando a golpear a un
colegio privado o a matar a un condominio por un robo de autos.
Esta desigualdad, esta injusticia, nos tiene
frustrados, amargados y tensos.
No es cierto que la ley es una para todos, las
mejores oficinas de abogados se compran, los lobbistas se compran,
las influencias se compran mientras el resto enfrentamos desnudos al
elefante en tribunales. Es equivalente a decir que porque es la misma
pelota de fútbol y la misma cancha hay igualdad, cuando el estadio
es del otro equipo, pueden comprar a Neymar y tienen comprado al
árbitro.
Catrillán fue asesinado porque es pobre,
mapuche y estaba hastiado del abuso. Era un elemento de desorden en
la taza de leche que el Estado de Chile ordena que debe ser nuestro
país. Los extranjeros no saben que este país es “el más estable
de América Latina” producto de la profunda represión a todo nivel
en que viven sus habitantes. “Por la razón o la fuerza” no es un
lema para amedrentar a nuestros vecinos limítrofes, está dirigido a
nosotros, los ciudadanos. Súmenlo al otro lema más conocido y
obtendrán que Chile es “Orden y Patria, por la razón o la
fuerza”. Instalado por una clase gobernante que Entiende que el fin
último no es el bien común de sus hijos, sino la estabilidad social
para el comercio y la producción, a toda costa. De este modo no
entiende la ebullición social como un síntoma que hay que atender,
sino un problema que hay que APLASTAR. Ese es el raciocinio detrás
de Santa María de Iquique, La Coruña, Plaza Colón, Ranquil,
Forrahue, Punta Arenas; también de Quintero Puchuncaví y ahora lo
ocurrido con Catrillanca. No es el ciudadano, el ser humano, el
respeto mutuo o el bien común lo central en este país, sino la
estabilidad policial militarizada para asegurar el comercio y la
producción del poderoso.
Todos estaríamos más tranquilo si se
declarara lo evidente, somos ciudadanos de tercera clase, formas a
contrata de la esclavitud y la explotación, además de socios con
una pistola en la nuca, a través de la AFP de las empresas con las
que solo ELLOS se hacen millonarios.
Catrillanca es la expresión extrema de lo que
vivimos como sociedad: el abuso y la desigualdad, la injusticia de un
modelo que le da MÁS a los que tienen más y MENOS a los que tienen
menos en salud, educación y previsión, también en seguridad y
justicia. Algo así es intolerable, un modelo que ofrece bienestar
para unos pocos y miseria o angustia permanente para la mayoría es
una olla a presión que no necesariamente explota en las calles,
explota al interior de las casas, en alcoholismo, drogadicción, alta
incidencia de depresión y altísimas tasas de suicidio, frustración,
violencia porque se acusa solo al pobre de su fracaso, se le insiste
a la gente que la culpa es de ellos por haber sido incapaces de
volverse millonarios, a tal punto que terminan creyéndolo,
culpándose, doliéndose, torturándose.
Las sociedades modernas se construyeron para
que todos fueran felices, no solo algunos. Y es nuestro DEBER buscar
un modelo, una y otra vez, que intente ese objetivo hasta
conseguirlo. Uno donde sea el ser humano quien esté al centro de las
preocupaciones a todo evento. Un país donde se cierre la chimenea
que emite tóxicos, NO LA ESCUELA que los padece!!!!
Un país justo, de hermanos, no esta mierda
donde un hijo de mapuche es adoctrinado, entrenado y protegido para
que mate a sus propios hermanos en defensa del dinero de otros.”.
Jorge Baradit.